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Mostrando entradas de diciembre, 2014

La cita.

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Angustia - Marila Tarabay      El día ha amanecido con un sol radiante que pone un poco de calor a la mañana invernal. Hoy es el día de mi cita.      “Debería llegar puntual o, tal vez, podría no acudir”, pienso mientras dejo pasar los minutos dando vueltas por la casa. No puedo desayunar, mi estómago se ha convertido en un montacargas que sube y baja al ritmo de los latidos del corazón . Estoy a un paso de una taquicardia.      Ya en el cuarto de baño, el espejo me devuelve una imagen pálida. Intento borrarla y  me arreglo despacio; me pinto con esmero. Con la barra de labios en la mano medito un momento si ponerme o no carmín. Sé que no me va a durar mucho, pero me siento más segura con él, así que lo aplico cuidadosamente.

Feliz Navidad a todos mis amigos.

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Nunca hay que perder la ilusión...     Casi siempre se despierta el primero  la mañana de Navidad y corre hasta el salón para ver que ha dejado Santa durante la noche. Él cree que se ha portado bien y está seguro de que este año le regalará la bicicleta que tanto le gusta. Se acerca al abeto cargado de adornos y guirnaldas multicolores con luces parpadeando entre sus ramas y echa un vistazo alrededor,  pero no ve su flamante BH ULTRALIGHT por ninguna parte. En su lugar ha encontrado un sobre con su nombre. Nervioso, lo abre pensando que será un vale para comprar la preciosidad que ha pedido. Del interior saca una tarjeta con el dibujo de un Papa Noel aterrizando en una bici. “¡Ya está aquí!”, se dice eufórico.       — ¡ Cachis, este año tampoco ha colado!   Observa, de nuevo,  la foto y suelta una carcajada —¡María, eres única!  Mi bici no aterriza más bien despega  —exclama.  S onriendo se dirige a la cocina.    Hoy toca  preparar el desayuno especial de Navida

Si la luna fuese una galleta...

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Un cuento con historia... Cuando mi hijo José María era pequeño, por motivos de horarios, debía dejarle en el cole en el servicio de desayuno. El pobre debía madrugar mucho. En aquel entonces yo no tenía coche y el trayecto hasta la escuela no era corto. Pero convertimos esos momentos en algo divertido porque me inventaba cuentos.  Algunos los he olvidado, otros los recuerdo  vagamente por ejemplo el de un cocodrilo vegetariano que se negaba a comerse los ñus que cruzaban el río donde él vivía. Este tema salió después de ver un documental.  Per o hubo uno que recuerdo  con cariño y que tuve que sacarme de la manga, cuando una mañana me preguntó por qué la luna  se acostaba tan tarde algunas veces (mi hijo tenía tres años en esa época)...El resultado de la explicación fue este cuento.

Mala suerte.

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Velero entre olas -Patricia Saavedra Sepúlveda      Desde la playa de un islote desierto, Yanis Carambolos oteaba el horizonte. Su barco había naufragado la noche anterior y maldecía sobre su mala suerte.      —¿Seré memo?¿Quién me mandaría salir a navegar con el temporal que vaticinaban los partes meteorológicos y además, sin tripulación. Todo por quedar bien con la rubia, ¡Dios la tenga en su seno y un tiburón en su vientre! —maldijo santiguándose tres veces.      La pasada noche el yate en el que viajaba junto a Romina Latri, una italiana con la que llevaba saliendo unos meses, fue literalmente devorado por las olas y ahora yacía en el fondo del océano junto a la joven.

Creación

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Noche estrellada - Vicent van Gogh Paisaje con nenúfares - Marisol García Rodríguez Una noche de verano mirando al cielo mientras esperaba ver aparecer  las perseidas, contemplé millones de estrellas que titilaban sobre la cúpula celeste. Estas acompañaban a una blanca y enorme luna, en uno de esos días en los que se acercaba  más a la tierra y que daba la sensación de que se podría llegar a tocarla con solo levantar las manos. Me pregunté qué portento habría erigido tales maravillas. Supuse que debía haber sido alguien colosal, con unas enormes manos capaces de moldear todo aquel ingente universo. Una mañana de paseo por el campo, me senté a la orilla de un precioso lago. Los nenúfares se deslizaban al compás de una suave brisa. Las verdes plantas que circundaban el agua se movían a un ritmo muy lento y los insectos que poblaban aquel pequeño universo vivían inmunes al amparo de un mundo que no sabía de subidas o bajadas de Mercados o de primas de riesgo. Intenté imagi